Mi hija se ha puesto las botas de agua. No viene a cuento, no llueve y no hay charcos. Pero a ella le gusta sus botas rosas.
Así que le explico diciéndole con paciencia:
- Hija, las botas esas son para los charcos y para cuando hay agua.
Me mira, no dice nada, va a la cocina, coge un banquito, se sube, coge un vaso, lo llena de agua, se baja, derrama el agua con calma sobre el suelo de la cocina y pone sus botas encima del charco...
Está claro, lo ha entendido perfectamente. Pero ahora me toca recoger la cocina, un precio bajo en comparación con la lección aprendida (por mi).
Las explicaciones tienen su fuerza teórica, pero es la parte práctica con la que demostramos que el conocimiento ha sido adquirido realmente. Mi hija me dio una retro-alimentación directa para que yo entendiera que ella sabe lo que quiere:
quiere las botas de agua rosa.
Realmente he conseguido que lo entienda, pero mi "enseñanza" tenía un prejuicio: "Yo quería enseñarle eso para que se cambiara las botas". MAL por mi parte, si la lección es: "las botas son para el agua" ya esta aprendida.
Mi misión es educarla, que aprenda con libertad. No es conseguir que ella haga lo que yo quiero. Y menos decirle lo que le tiene que gustar. :)
PD: Si, las botas las tiene puestas al revés, pero a que se las ponga al derecho no he aprendido como enseñárselo (todavía).